A veces pasa, que
entras en una sala de cine y te encuentras por sorpresa con una película que
añadir a tu lista de favoritas. No es recomendable ir a ver esta peli en
solitario, pero aquella tarde, topé con ella en mitad de un vagabundeo y no
pude resistirme a la mirada melancólica de Joaquin Phoenix.
Entramos en el futuro, es un futuro cercano y fácilmente
asimilable (salvo la moda de los pantalones de cintura alta). El hombre como
creador de máquinas que se vuelven contra sí mismo.
Me acuerdo de Hal, Hal 9000 nos llevaba directamente al
fondo del miedo a través de su ojo-cámara de color rojo; aquí escuchamos a
Samantha con su voz amiga y sensual, dispuesta a satisfacer todas las
necesidades de su comprador, la máquina se hace humana, y empieza a fallar como
los humanos. Hal asesina a los tripulantes de la nave; Samantha desaparece,
mata a la mujer ideal de la que Theodore se ha enamorado. También Roy, el
replicante nexus 6, arma perfecta de combate, se hace humano y mata cruelmente
a sus creadores.
El paisaje onírico de Los Ángeles del futuro y los
personajes deambulando ensimismados en sus maquinitas, me hace pensar en la soledad
del hombre y su indefensión ante un
mundo de dimensión tan grande que no puede controlar, un mundo abrumador y
hostil, aquél que los románticos
representaban por medio de la naturaleza; en el concepto de lo bello y lo sublime;
en los paisajes montañosos de C.D. Friedrich,
donde se presenta la idea vida-muerte, aquello que admirar y a la vez a lo que
temer, la sensación del ser humano atrapado, que te agarra el corazón como
espectador del cuadro.
En este futuro cercano, la naturaleza ha sido sustituida por
la ciudad, creada por el hombre a una escala que se le escapa, igual que le
superaba la escala de la naturaleza,
esta ciudad artificial, sólo genera
soledad, se vuelve contra sí mismo, como las máquinas.
Los viajeros solitarios de Friedrich nos dan la espalda
mirando a las montañas brumosas; y Rutger Hauer desde la oscuridad lluviosa de
la azotea nos regala, sin duda, una de las más bellas escenas de muerte de la
historia del cine; Theodore y Amy también de espaldas a nosotros, en la azotea
frente al anochecer inmenso de Los Ángeles, se apoyan el uno en el otro, y nos
dan un mensaje de esperanza, no todo está perdido si en lugar de mirar al
abismo miramos cerca, justo al lado, a ese hombro donde podemos apoyarnos, a
los amigos.
Dedicado a los amigos, que destruyen los abismos
cotidianos.